Usaré una metáfora. Pongámonos en el caso de que un individuo que para entrar al mundo laboral se prepara mucho. Estudia en el extranjero, aprende varios idiomas, es culto en otros aspectos distintos de su disciplina, vuelve a Chile a encontrar trabajo. Pasa mucho tiempo buscando, el mercado anda mal y no encuentra trabajo alguno. En fin, la cosa es que tras varios años cesante, logra encontrar un trabajo. No era lo que él buscaba tras largos años de preparación, pero la verdad, en ese punto, todo servía. Y justamente, pasan las dos cosas obvias en este caso, el muestra ser apto para el trabajo, pero el trabajo no era el apropiado para él. Y por supuesto hay diferencias con los jefes, con los compañeros de trabajos, en despedido en reiteradas ocasiones, renuncia en otras tantas, pero como él era tan buen empleado, ese era el único empleo disponible, se mantiene. Hasta que el mercado mejora un tanto, las diferencias con sus empleadores se hacen irremediables, por lo que queda nuevamente cesante (prefiere esto a renunciar, dado que así le pagan más remuneración). En fin, este tipo se sigue preparando en términos de estudio, madura un tanto más, le importa menos ya que el mercado no sea lo que él esperaba, le da un poco lo mismo estar cesante y bueno está dado que nuevamente pasa mucho tiempo cesante. Pero de un minuto a otro, las ofertas comienzan a llegar. Pero como antes, no eran las apropiadas para él (según lo que el apreciaba). Las rechaza y prefiere esperar. Y prefiere esperar y prefiere esperar. Y las ofertas siguen llegando y él las sigue rechazando. Está en todo su derecho, pero está cesante y las necesidades empiezan a asomarse. Es decir, no son muchas, viene de una buena familia y gracias a eso no tiene que preocuparse mucho por el poder encontrar trabajo para comer. Pero si para desarrollarse como ser humano y como profesional. Al final de cuentas llega una apuesta final, de una de las empresas más importantes del país, pero el trabajo en sí, no es lo que el busca, aunque no es malo. Pero nuevamente, decide esperar. La diferencia, es que la empresa tampoco lo llama. Ambas partes saben que se necesitan mutuamente, pero ninguna hace nada, dado que se sientes muy seguras de si mismas y seguras en que cada uno es mejor bien para el otro y no viceversa. Al final todo queda en nada, él sigue cesante y la empresa contrata a otro individuo menos capacitado para el trabajo, pero que llegó para la entrevista de trabajo.
Así es como yo me siento amorosamente. En una humilde opinión capacitado para el trabajo, pero sin ganas de hacer algo, sin la curiosidad necesaria para intentarlo. Capacitado en personalidad y en ideas, en características propias y en experiencias de vida, pero simplemente totalmente desenganchado del mundo amoroso. Esto no me causa una pena, no me saca de mi natural tranquilidad, pero si me parece curioso escribir sobre este estado. ¿Será algo normal dentro de la etapa de cualquier adulto joven? ¿O es algún tipo de depresión con el ánimo alto? No sé si es raro, pero si es curioso. Aunque alguna vez un profesor ocupo el apelativo de curioso como sinónimo de imbecilidad, ¿Quién sabe?