27.1.09

La chica del taxi.

Era un día de invierno. Por ello estaba abrigado hasta los pies, con mi abrigo negro, más bien, chaquetón. Alguna vez me dijeron que tiraba algo de pinta con él, pero haya ellos, para mi era sólo un abrigo. Estaba en el paradero, esperando la C03. No sé porque no tome la micro habitual para llegar a mi casa, ese día quise variar. Pero claro está, la micro no llegaba, es que así es esa micro, de una espera eterna. Esperando, se empezó a llenar el paradero y como todo en la vida, había de todo. Me retiré un poco hacia la derecha, dado que no me gustan mucho las multitudes. En eso, llegó una muchacha, más bien, una mujer, de unos 27 a 29 años. Decir que era digna de "Las muchachas de Salado", sería decir poco. Yo creo, sinceramente, que ha sido la mujer más bonita, físicamente, que he visto en persona, durante mi vida. Sumado a eso, vestía de ropa de gimnasia, estilo profesora de aeróbica y usaba un bolso en la mano. Es que siempre me han gustado las mujeres que se ejercitan y sinceramente, no he conocido a muchas, prácticamente a ninguna. Como era predecible, el paradero se revolucionó por la chica, y como buenos "viejos verdes" chilenos, empezaron los piropos, "super caballerísticos". Y las miradas, y los gestos. Bueno, la verdad, ella era una fantasía hecha realidad, para ellos. Pero hay maneras y maneras de tratar a la gente, sobre todo a una señorita. Aunque hoy por hoy, pienso que ninguna es señorita, hasta que se demuestre lo contrario. Pero en ese entonces, tenía un poco de fe en el género femenino. Pero ese no es el punto. La verdad, yo no me sume a la masa. Estaba retirado, esperando la micro, rogando por llegar a mi hogar. La micro no pasaba y la verdad, yo tenía que estudiar (ver tele). En eso, escucho una voz, con acento colombiano, una voz femenina "Disculpa, ¿Esta micro se demora mucho en pasar? Es que yo no soy de aquí y tengo que ir a la ciudad deportiva de Ivan Zamorano" Era la chica, que me hablaba a mi, quizás porque era el que menos la vio. "Ee, la respuesta honesta es que sí. Se demora eones. Van a pasar dos micros juntas, una llena y la de atrás, vacía, así que tiene que estar atenta para subirse a la segunda" (no me gusta tutear a extraños) No me acuerdo de su nombre, pero me lo dijo, además de pedirme que la tuteara. Me dijo que era colombiana, que se perdía mucho en Santiago y lo único que quería ahora era ejercitarse. La verdad, yo soy bastante tímido, así que no le hablé mucho más de lo que me preguntaba. A los minutos, pasó la micro, llena, como predije. Ahí ella se dio vuelta y me dijo "¿Quieres compartir un taxi conmigo? Veo que la micro no pasa y estoy un tanto apurada" (yo, por dentro, moría). "Pucha no, gracias, no me queda mucho dinero, así que tengo que esperar la micro, pero muchas gracias" (por dentro me odiaba, me odiaba por nuca aprovechar las oportunidades). Pasaron los minutos, no nos seguimos hablando y pasó la segunda micro, vacía, pero no paro. Algo amable, de parte del micrero. Así que ella, decidió tomar un taxi. Lo paró enseguida (obvio, los taxistas también son viejos verdes). Se iba a subir, pero se detuvo, se dio vuelta y me dijo "Súbete, yo te invito". Las mejores cuatro palabras desde "Salado eres el mejor", que he escuchado. Me subí y conversamos de la vida. Pude percatarme más de su belleza, por Dios que era hermosa. Me preguntó como me llamaba, que hacía, que me gustaba de la vida, qué pensaba en todos los ámbitos más profundos de la vida de una persona, todo en un viaje de 15 minutos en taxi. Me enamoré de esa tipa, pero no me acuerdo de su nombre, que tan gentilmente me dio. Pero en su cara, podía ver algo más, algo como "Vamos, pregúntame mi teléfono o mi dirección. Y nos vamos a juntar, sin lugar a dudas" "Bueno, eee, yo ya llegué a mi destino, así que, toma la tarifa, no puedo dejar que pagues", le dije. "No no, no te preocupes, fue un gusto conocerte" (esa fue mi última oportunidad de preguntarle su teléfono, invitarla a salir, casarme y ahora estar escribiendo sobre mi matrimonio, en vez de un ¿Que hubiese pasado?, como siempre, un momento más tarde. Me bajé del automóvil y nunca jamás la vi de nuevo. Me hubiese gustado decir que fui para su casa y que ahora no puedo describir las cosas que hicimos en su alfombra (en realidad habríamos jugado "twister"). Ahora, todos los días espero taxi en el mismo lugar. Pero ya ningún acento colombiano, me dirige la palabra.