2.11.08

Alvaro Henrriquez, un filósofo moderno.

Alguna vez escribí sobre las canciones de amor, de como no las entendía y de como mis problemas comenzaron cuando empezé a entenderlas, a compartir sentimientos y lágrimas. Cuando comencé a entender que todo era falsedad y que, en realidad, canción buena, era una canción de penas, esa era el exitazo. Nadie quiere escuchar de lo bien que se siente el idiota de turno con su mujer, no se identifican con eso, se identifican cuando les pusieron el gorro, cuando engordaron 10 kilos por ansiedad, cuando adelgazaron 10 kilos por tristeza.
Había una canción que me gustaba mucho que decía algo así como "Los recuerdos harán que te olvide". La verdad siempre me agradó esa canción, pero nunca la entendí. Incluso habiendo pasado por "penas amorosas". Pero ayer, de improviso, la escuché y al fin, la entendí, sin haber querido nunca entenderla. Simplemente pasó. Todo fue tan claro, obvio, claro que los recuerdos harán que la olvide, que las olvide. No sólo por ser una relación pésima, eso es demasiado simple. Sino que nunca fue el alboroto y la hemorragia de felicidad que pensaba que era. Insisto, la mente juega trucos con nosotros ¿O nosotros jugamos trucos con nuestra mente? Brígido. El punto es que saber todo este tipo de cosas te da fuerzas, y a la vez, algo de ansiedad, algo así como encontrar el arca pérdida a lo Indiana Jones, pero en este caso al amor de tu vida. Aunque si algo tengo que sacar de la canción son dos cosas: 1- El amor de mi vida puede ser cualquiera, si es que yo lo quiero y 2- Que no se les olvide acordarse que me tienen que olvidar.