Extraño la sensación del roce de tus labios contra los míos. No sé como describirlo, tampoco es que fuese un tipo con mucha experiencia previa a la nuestra. Pero no creo que esta inexperiencia haya mermado de alguna forma esta sensación que hecho de menos. Sentir como aumentaba mis latidos cuando estaba cerca de ti y ver como se tranquilizaban cuando me dabas un simple beso. Aunque llamarlo simple está lejos de ser la verdad. Extraño tu risa, ahogada, bonita, melódica, que llenaba de orgullo el hecho de ser semi gracioso por muchos años de obesidad. De haber formado este carácter viendo cuanta película graciosa existe y haber aguantado todas las bromas en el colegio, todo eso, valía la pena cuando te veía sonreír y escuchaba, claro. Extraño hacerte feliz, si se puede decir de una manera. Sentir que a mi lado tú podrías llegar a alcanzar esta famosa felicidad o por último un bienestar diario. Sentir que a mi lado los problemas daban lo mismo, porque yo era un pilar demasiado grande, tanto como tú lo eras para mí. Extraño la tranquilidad que me provocabas, esa sensación de que todo iba a estar bien, aunque estuviese ocurriendo una lluvia de meteoritos en ese minuto y sin tener una moto como el suertudo tipejo de impacto profundo (Sí, Leo Biederman, fuiste un suertudo). Extraño tener la imagen de 5 niños corriendo por un patio muy grande, todos hijos míos y ella detrás de ellos cuidándolos, guiándolos, criándolos y amándolos.
No importa el camino que yo siga ahora, da lo mismo. En el mejor de los casos, derrotando todas las probabilidades fatalísticas que me atormentan, este camino será diferente. Y yo ya no lo quiero, sabiendo esto no lo quiero. Si no es junto a ella, no me apetece. Tal vez me ría de esto en 35 años cuando lea esto junto a otra mujer y yo le traté de dar una excusa barata para explicar que hace tantas décadas, le había jurado amor eterno a otra mujer. Pero eso no será necesario, no habrá otras, no me lo permitiré y si llegarán a haber, bueno, es verdad, siempre amaré a esta mujer del pasado (dependiendo en que momento del espacio tiempo se esté leyendo este relato). No inventaré una excusa barata, simplemente porque no la hay. Sólo existe la verdad y esta es que ahora, hace 20 años, cuando eras adulto joven, que sé yo, simplemente quise hacer feliz a una joven rosada y pecosa. Ella fue mi musa, incluso antes de conocerla y lo seguirá siendo, incluso, cuando en mi departamento no quepan más felinos.