Te entiendo Kurt Cobain, de verdad que sí. Y en realidad siempre lo he hecho, más allá del hecho que me guste Nirvana hace tiempo. Vas más allá del hecho que me recuerdes a mi hermano y eso me de nostalgia. Va más allá de las letras que me identifican. En realidad ahora lo único que nos diferencia es el hecho que tú afrontabas tus problemas con drogas y finalmente, suicidándote. Yo no tengo las agallas (aunque es obvio, porque no soy un pescado). No tengo la hombría para hacerlo, aunque no sé si ser hombre sea un requisito. También entiendo a todos los poetas de la época romántica, entiendo porque sufrieron, entiendo porque se suicidaron, sólo que no lo comparto, por un hecho de simple cobardía. ¡Soy una gallina!, como solían a decirle a Marty Mcfly en volver al futuro. Y la verdad es que yo no me daría vuelta para decir “Retira lo dicho”, la verdad es que seguiría adelante, con mi orgullo perdido. Porque claramente el tipejo tendría la razón. Entiendo a Cobain, más por el hecho de rendirse y ya, de estar triste, de estar desesperanzado, de hablar gravemente, de tener rabia y tantas cosas más que escapan a un estilo. Entiendo al vocalista de Radiohead cuando canta creep y la letra no sólo es entonada por mi no muy dulce voz, sino que pasa a todo mi sistema nervioso central y es adquirida como algo propio, que se había ido y ahora ha vuelto a casa, como el hijo prodigo que se fue para ahora volver. Es adquirido y asimilado enseguida.
La verdad es que es una verdadera pena identificarte siempre con lo triste, sería entretenido identificarse con un lindo amanecer en la playa, con alguna tarde de Primavera en el campo, con niños riéndose y con gente compartiendo una linda charla, donde una copa de coca cola es el centro de la mesa. Pero no, es mi estado básico, mi forma de ser es identificarme con gente como Cobain. ¿Simples desdichados por naturaleza? La verdad es que no, pero simples desdichados si.