Mi padre estacionó el auto fuera de una casa bastante destartalada, en la cual los años no habían pasado en vano. Me dijo que bajara y yo no sabía que hacer. Lo seguí por curiosidad. Entramos y una señora de edad saludó muy cariñosamente a mi padre, con demasiada familiaridad para mi gusto. ¿Quién era ella? No me daba mucha confianza esa señora y no me gustaba esa cercanía que demostraba hacia mi padre, de hecho me molestaba bastante y decidí irme del sórdido lugar. ¡Para hijo!-me dice- no te vayas, déjame presentarte a la encargada del lugar, ella es una vieja amiga mía. Esa familiaridad me causó repulsión. Él con amiguitas y mi madre pronta a morir, ya estaba recordando algunas de las cosas que nos separaron en mi vida adulta. Elige tu regalo hijo-me dice-yo no sabía a que se refería hasta que desde una puerta comenzaron a salir unas muchachas muy ligeras de ropas. Ahí comprendí todo, esa casa era un burdel. ¿Qué clase de regalo era ese? Podría haber estado aprovechando ese valioso tiempo para estar con mi madre. Le dije todo tipo de groserías a mi padre, descargué toda una irá que, por lo visto, tenía acumulada hace muchos años. Yo estaba decidido a irme, hasta que vi los ojos más bonitos de mi vida.
Yo no era alguien mujeriego en mi vida adulta, para nada. Tampoco me consideraba de gran pinta. Sí, había tenido muchas mujeres, de las más bellas de la ciudad. Nunca pude mantener una relación, tenia miedo a comprometerme y salir sufriendo. Es que la mujer más importante en mi vida había muerto, por no cuidarse, por no cuidarla. Pero eso no era todo, siempre sentí una especie de vació en mi corazón. Y ahora que recordaba, mi alma empezó a irse mucho antes de que muriera mi madre.
Esos ojos, esos ojos verdes. Eran los ojos más lindos que había visto en mi vida. Ella se veía tan inocente, hasta el más ciego se podía dar cuenta que no pertenecía a ese lugar. Se encontraba junto a otra chica muy hermosa, aunque la otra chica no era tan inocente, por lo menos no lo parecía. Mi padre me vio fijándome en esas dos chicas y no vio nada mejor que “arrendarlas” a las dos por algunas horas, ese fue su regalo tan increíble. No podía creer que mi padre podría llegar a tanto, aunque no me quejaba de la compañía tan tristemente otorgada. Ya en la pieza todo fue silencio. Las circunstancias es que conocí a la mujer más bonita de mi vida no fueron las más adecuadas y la vergüenza de la situación no me permitía comenzar una conversación, aparte eran extranjeras. Se notaban que me miraban con odio, hablando un idioma muy distinto al español, pero que yo conocía.
Habían pasado ya dos horas y yo no podía formular palabra alguna, es que su belleza me dejó anonadado. Se notaba que ellas eran hermanas, lo que no sabía era como dos muchachas tan lindas como ellas, estaban en ese lugar. En eso llegó un hombre bastante fornido y alto, un gigante comparado con mi metro setenta y mis músculos infantiles. Noté que la presencia de aquel hombre asustó a las muchachas. Inmediatamente, el hombre se dirigió hacia mí, hablándome en un español bastante forzado. Deduje que aquel individuo tampoco era de por aquí. ¿Cómo han estado las muchachas?-me preguntó, carne de primera-se atrevió a decir. No sé si yo soy un caballero o algo por el estilo, pero al escuchar a ese cabrón referirse a esas muchachas de esa forma, no pude evitar caerle a golpes. Claro está que no gané la pelea y que unos minutos después desperté de mi inconciencia. Tenía a las dos muchachas cuidándome y muy preocupadas por mí. Trataban de encontrar las palabras para preguntarme si estaba bien, pero se veía que no hablaban el idioma. En todo esto de la pelea y revolverme los sesos, había recordado que en mi vida adulta yo hablaba algunos idiomas y recordé el que utilizaban las muchachas. Era ruso, ellas eran rusas.
Sdrazvuitie (hola)-les dije. Ellas me miraron muy extrañadas.Vui gabaritie pa Ispansky? (¿Hablan español?)-les pregunté. Ellas me contestaron que no, por lo que tuve que utilizar todos mis conocimientos de ruso. Ellas me agradecieron que las hubiese defendido de aquel hombre, que verdaderamente me porté como un caballero. Que no estaban acostumbradas a ver tipos como yo en aquel lugar. Yo les explique como había llegado a la casa y odiaron a mi padre, casi tanto como yo. Pero no sabía nada de ellas, así que les pregunté como se llamaban. Alina era la mayor, tenia diez y nueve años. Vera era la que me había hipnotizado con sus ojos y tenía tan sólo diez y seis años. Ellas venían de una familia muy pobre en Rusia, de la ciudad de Perm. La condición de extrema pobreza de las muchachas y el haberse quedado huérfanas, obligó a Alina a tomar una decisión drástica y llevarse a su hermana del país. Aprovecharon la buena voluntad del capitán de un barco de exportaciones chileno, para venir a Chile. Claro ella ni siquiera sabía que existía un país llamado Chile. Habían llegado hace unos meses al puerto de Valparaíso, llenas de esperanzas. Pero no contaron con la buena voluntad del chileno, sólo encontraron hambre y frío. Lo mismo que tenían en Rusia. En su desesperación, Alina conoció a un hombre que prometió ayudarla a ella y a su hermana, el nombre de aquel hombre era Averi. Él fue el gigantón que había entrado a la pieza e insultó a las muchachas, para después dejarme inconsciente.
Alina había logrado hasta el momento en que yo había entrado a esa famosa casa, mantener a Vera fuera de todas las denigraciones físicas del acuerdo al que había llegado con Averi. Había logrado mantener la inocencia de su hermana. Pero Averi en el último tiempo la estaba presionando mucho para que su hermana menor comenzara a prostituirse también. Ella temía por la vida de su hermana, que no fue por esto que la había sacado de su país. La verdad es que Alina se sentía muy culpable y sentía mucha vergüenza de su vida. Yo le dije que por mi parte no se preocupara, ya que no pensaba ponerle un dedo a su hermana sin el permiso previo de Vera, que odiaba a mi padre por haberme traído a este sitio, aunque sirvió para conocerlas y les ofrecí mi ayuda. Se veía en la cara de Alina que no tenía respuestas, que estaba completamente desesperada y que ya no podía más.
Ya habían pasado las tres horas y tuve que volver a mi casa. Yo les prometí a las muchachas que volvería lo más pronto que pudiese y que por favor mantuvieran las esperanzas. Le prometí a Vera, por la vida de mi madre, que volvería a ayudarla. El viaje de regreso a casa fue muy silencioso, por lo menos de mi parte. Mi padre quería saber todos los detalles de mi “primera vez”. ¿Qué tenía en su cabeza? Se atrevió a pensar que yo iba a perder mi virginidad en un lugar como ese, perderla sin amar. ¡Jamás! Él me contó que me eligió a las hermanas rusas porque eran bastante deliciosas, que él ya había probado a la hermana mayor y pensó que a mi me gustaría la hermana menor. Como lo odiaba en ese momento, todo el odio estaba siendo recordado. ¿Cómo pudo hacerle eso a mi madre? ¿Cómo pudo hacerles eso a esas muchachas? Yo me sentía muy alejado de mi padre en esos momentos, mejor dicho, no podía ni verlo sin sentir un odio intenso. Llegamos a la casa y yo me encerré en mi pieza. Tenía que ver algún modo de ayudar a Vera y a su hermana, tenía que haber alguna forma. Cualquier hijo podría haber acudido a su padre, pero yo no podía. Él jamás me habría ayudado, ya que estaba metido en todo el embrollo y no me sorprendería que hubiese conocido a Averi de mucho antes, al maldito que les quitó la inocencia a esas dos hermanas rusas.
Dinero, pensé en un momento. Esto se va a solucionar con dinero. Le pago una suma de dinero a este tipejo y todo arreglado. Pero son unos pillos, lo más seguro es que cada vez me pedirán más dinero-pensé-, por lo que Alina y Vera jamás serán libres. Además no sabía que hacer con ellas una vez liberadas de su problema, no sabía si deberían regresar a su país o quedarse acá. No sabía que hacer. Sólo quería mantener la inocencia de la dulce Vera. Ella era tan hermosa que me dolía. Era tan inocente que embrujaba. Yo la amaba, aunque el sentimiento de amor en estos días sea tan usado Yo la vi y desde el primer momento quise casarme con ella, darle todas las comodidades y tres perros labradores. Es del tipo de mujeres que cambia la vida y ella lo hizo conmigo, de una manera que todavía no podía ni imaginarlo.
Decidido a salvarla, me despedí de mi madre y tomé el auto. Vi como iba cambiando nuevamente la fachada de la ciudad, pasando por barrios que jamás creí visitar o conocer. Pero ahí estaba yo, sólo con un propósito y su nombre era Vera. No tenía un plan fijo, sólo el destino sabía lo que nos tenía deparado. Estacioné el auto en una calle contigua para que la dueña del lugar no lo reconociera. Entré a al casa por una ventana que daba al dormitorio de Alina. Estaba llorando, así que entré para preguntarle que pasaba. Se sorprendió de verme y me dio un abrazo. Me dijo que ya era demasiado tarde, que en ese mismo momento se habían llevado a su hermana y estaba pronta a perder su inocencia. Yo no podía permitirlo, tenía que hacer algo. Tomé una especie de tubo de fierro y me dirigí a la pieza donde supuestamente estaba Vera. ¿Qué iba a hacer? ¿Iría a matar al tipo que estuviera con Vera? Matar un ser humano es algo bastante fuerte y realmente no me acordaba de haber hecho algo así. Entré a la pieza y se destrozó mi mundo. El infeliz que le quitaría la virginidad a Vera era nada más ni nada menos que mi padre, ¡mi papá! Estuve a punto de golpearlo con el tubo, pero algo en su rostro me detuvo. Fue una sensación de que no valía la pena el esfuerzo, simplemente no valía. Me llevé a Vera de esa pieza y mi padre no emitió palabra, creo que estaba en estado de shock al verme dispuesto a golpearlo. Fui a buscar a Alina y junto a Vera abordamos el auto.
Creo que ya en ese punto había comprendido todo lo que nos había separado. Siendo adulto no le daba la menor importancia al asunto de mi padre, creo que había perdido la noción de que tenía uno. Para mí, y de esto me di cuenta ahora que escribo, mi padre había muerto mucho antes de la muerte de mi madre, simplemente mi viejo no existía. Íbamos en el auto y las hermanas no hablaban, creo que todavía estaban muy asustadas y no era para sorprenderse. Alina debe haber estado en un cuadro de impotencia gigante y Vera muy asustada por estar a punto de perder su inocencia. Pero Alina rompió el odioso silencio y me preguntó a donde nos dirigíamos. Tal vez con un grado de desconfianza, por el cual no la juzgo. Le dije que no tenía la menor idea, que las llevaría a mi casa, pero ahí estaba mi padre y no tenía ganas de verlo. Además, bien podía ser cómplice de Averi en el secuestro y la intimidación de las muchachas. Me daba asco ser el hijo de ese hombre, de supuestamente un hombre de valores. Puras patrañas.
Me detengo a colocarle bencina al auto y me percato de alguien muy sospechoso. Ese auto que estaba estacionado en la gasolinera, creía haberlo visto antes. Prendí el motor y partimos. Realmente no sabía que hacer con las muchachas, ya que no podían volver a su país, pero tampoco se podían quedar en el mío, ya que mucho había pasado. Mi madre podría habernos ayudado, pero no quería aproblemarla, le espera tanto dolor. Iba pensando en todas estas cosas cuando un auto nos embiste por la parte de atrás. Las muchachas se asustan mucho y gritan como condenadas. Me detengo al lado del camino para verificar daños y el auto agresor se detiene pegado al auto de nosotros. Me doy cuenta que era ese auto de la gasolinera, por lo que me preocupo mucho. Se baja un caballero ya entrado en años y me comienza a hablar en un español bastante forzado. Me preguntó si me había pasado algo y si tenía seguro. Yo en esos momentos sólo quería resguardar por la seguridad de las muchachas, pero me di cuenta que uno de los neumáticos había estallado. Veo la cajuela del auto y no había neumático de reserva, por lo que el extraño me ofrece el suyo, argumentando que era lo mínimo que podía hacer después de la molestia. A pesar de la desconfianza, se lo acepté. Ahí mi error, ya que en el momento en que sacaba el neumático, alguien me golpea por atrás. Quedo nuevamente inconsciente.
¿Cómo me metí en tantos problemas? Podría estar pasando tiempo con mi madre, aprovechar el poco tiempo que le quedaba. Podría estar cuidándola de mi padre. Pero me sentía unido a esas muchachas, me afectó más de la cuenta. Ese es el problema cuando uno se enamora, uno hace cosas irracionales. Yo no iba a dejar que le pasara algo a Vera, yo tenía que ayudarla. Me desperté y ahí estaba Vera, con un ojo morado y se veía bastante golpeada. Me explicó que el hombre que había parado era un socio de Averi y que se había llevado a su hermana. Estaba muy asustada y por un momento pensó que me había perdido. Que junto a su hermana yo era lo único que tenía. Me dijo que hace más de una hora que habían partido y que por favor fuésemos a ayudar a su hermana. No podíamos usar el auto, debido al neumático roto, por lo que tuvimos que regresar en micro. Lo más seguro es que se hubiesen llevado a Alina de vuelta al burdel, pero no podía dejar que Vera fuese conmigo. Además se veía bastante hambrienta, por lo que nos detuvimos en un motel cercano para poder comer y descansar unos momentos. Comimos y entramos a la habitación.
¿Cómo podía existir alguien tan hermosa? Es que no conocía a nadie que comiera y luciera radiante a la vez. No había duda que estaba enamorado y eso me daba aun más razones para seguir ayudándola. Me contó un poco más de su vida en Perm, de cómo había quedado huérfana hace más de un año. Yo podía entenderla, sin todavía morir mi madre, pero yo ya conocía la sensación. Más que mal, mi madre si llevaba más de diez años muerta, por lo menos en mi vida adulta. Me contó que allá en Rusia, ella hacía malabares en un circo. Le pedí si me podía hacer una pequeña exhibición con unas naranjas que estaban en la habitación. ¡Me dolía lo bella e inocente que era! ¿Por qué en mi vida adulta no la recordaba? ¿Qué habrá pasado?