Cuando ya no queda nada más que hacer, ver en la Televisión o no se tiene xbox 360.
22.2.06
Cumpleaños
Son las seis de la mañana y procedo a levantarme como lo he hecho durante los últimos treinta años de mi vida. Me he dormido bastante tarde, como ya se ha hecho costumbre, viendo televisión y mirando al techo. A veces me he preguntado cuando fue la última vez que pude dormir plácidamente y no puedo dar con una fecha cercana. Tal vez debe haber sido antes del accidente. Salgo de mi cama y entro al baño, me afeito y entro a la ducha. Voy manejando mi auto del año hacia la oficina, hay una luz roja. Uno de estos personajes que hacen malabares comienza su acto y me siento extrañamente sentimental con ella. Debo decir que era una malabarista, de unos ojos verdes increíbles, pero se notaba que no venía de las mejores familias de Santiago. Me sentí extrañamente apegado a ella, como no recordaba haberme sentido antes. Luz verde y partí sin compartir una mísera moneda.
Ya en la oficina todo fue un día normal. Llegaban las columnas para que yo les diera el visto bueno, por si no se han dado cuenta, yo soy editor de un diario importante. En realidad no sé como llegué a convertirme en periodista, tal vez después del accidente quedé interesado en no saber mucho más de mí y concentrarme en la vida de los demás. Ya es tarde y regreso a mi casa, en un barrio alto de Santiago. Comienzo a recordar a esa mujer del semáforo y me pongo sentimental otra vez. Es algo muy inusual en mí, esto de sentirme sentimental, de hecho creo que en el diario han llegado a pensar que no tengo alma. No entiendo lo apegado que me sentí hacia ella. ¿La habré conocido de antes? Realmente no me acuerdo de mi vida antes del accidente, no de mucho en realidad.
Son las seis de la mañana y procedo a levantarme como lo he hecho durante los últimos treinta años de mi vida. Tengo mi rostro húmedo, bastante semejante a cuando uno llora a cántaros. Creo que soñé con el accidente, ese terrible accidente en que perdí a mi madre. Yo lo llamo accidente, otros lo llaman cáncer a los pulmones. ¿Por qué yo lo llamo accidente? Porque mi madre nunca quiso morir, sólo fue víctima de las circunstancias. Desde el día en que murió mi madre que no veo a mi padre, ni siquiera sé donde estará. En realidad poco me importa, nunca fuimos muy cercanos. Mi madre era el pegamento que nos unía, era quien nos hacía una familia. Hace más de diez años que murió.Salgo de mi cama y entró al baño, me afeito y entro a la ducha. Me siento inusualmente extraño. Salgo de la ducha y me veo en el espejo, no lo puedo creer. Mi rostro está peculiarmente joven y mi cuerpo con mi típica obesidad juvenil, obeso en un sentido de describir mis kilos de más y no una enfermedad. Me fijo bien y esa no era mi casa, de hecho el baño era completamente diferente e inusualmente empecé a pensar en mi madre. Tocan a la puerta del baño. Apúrese hombre-me dicen- abro y era mi padre, ¡mi padre! Al que no veía hace más de diez años, pero él estaba diferente. Yo creí que cuando lo volviera a ver sería un viejo demacrado, pero no. Estaba más joven que nunca. Algo muy raro estaba pasando, le pregunto que hace en mi casa, a lo que él responde con una severa risa. Feliz cumpleaños- me dice- y yo haciendo memoria me doy cuenta que tenía razón. Ese día era mi cumpleaños, lo que pasa es que yo ya no los celebraba, no en la última década al menos. Tú mamá te tiene un regalo en la pieza y quiere que vayas a verla. Yo comencé a despotricar contra él, se atrevió a bromear con un tema tan delicado como mi madre. Viene después de tanto tiempo y no había cambiado en nada, seguían importándole una basura todos los que no fueran él. Maldito infeliz-le dije- pero el no respondió con su sarcasmo habitual, sino que con una cara de incertidumbre. Él verdaderamente no entendía el porque de mi reacción, pero mi madre llegó a calmar los ánimos. ¿Mi madre? Pero si mi madre había muerto hace mucho tiempo atrás, yo no hice nada más que llorar y abrasarla. Abrasarlos a los dos, no podía entender lo que estaba pasando. Lo más seguro es que fuese un sueño, pero no importaba. No veía a mi madre, ni siquiera en sueños, desde el día de su muerte.
Entré a mi pieza y vi mi vieja decoración, estaba como hace veinte años. De hecho hasta estaba mi uniforme escolar, eso era porque estaba cumpliendo diez y ocho años y estaba cursando mi último año en el colegio. Tomé desayuno y seguí la corriente de las acciones, abordé una micro hacia el colegio. Ya dentro de ella me puse a reflexionar sobre lo que estaba pasando, es que era un sueño ¿Era? En realidad todo parecía muy real, pero yo no estaba dispuesto a averiguarlo, estaba con mi madre. Después de tanto tiempo y de tanta pena. ¿Qué había pasado? Yo estaba bastante seguro de que los viajes en el tiempo no se podían realizar, estaba bastante informado en el tema porque siempre mi sueño fue ser astrofísico, por lo que había leído mucho. Me imaginé de todo, un viaje astral, una muy buena borrachera, lo que fuese lo que estaba provocando este “sueño”, lo importante es que estaba pasando.Llegué al colegio y fue bastante extraño ver a todas esas caras juveniles, ya que hace mucho tiempo que no me rodeaba de jóvenes, es decir, soy un editor de diario, soltero y sin hijos. Ahí estaban mis amigos de la niñez, me dio mucho gusto verlos después de tanto tiempo. Comenzamos las clases y fue todo muy extraño, insisto en ello. En un momento de la mañana todos comenzaron a reír, sentimiento que no experimentaba desde mucho tiempo. Pero en seguida me di cuenta que el motivo de la risa era mi madre. A veces los humanos podemos llegar a ser muy crueles, se burlaban de mi madre, de mi madre que en un futuro cercano iba a morir. Claro que ellos no tenían como saberlo, pero de todas maneras fueron bastante crueles, pero como mis empleados decían en mi vida adulta, lo más seguro es que yo no tenga alma, por lo que no me dolió. Mi último trozo de alma se lo llevó mi madre, como recuerdo, al morir. Creo que por estas cosas es que yo no mantuve contacto con mis amigos de la época escolar, me recordaban mucho el dolor, la pena y el sufrimiento y yo, no quería seguir sufriendo.
Terminó la jornada escolar y como era habitual en esos tiempos, mi padre fue a buscarme. No recordaba esa faceta de él, es decir, sólo recordaba las cosas malas, los malos ratos y los traumas sicológicos que me causó. En mi cerebro adulto no había cabida para ningún tipo de paternidad de ese señor. En realidad ya no me acordaba muy bien que había causado que mi padre y yo nos lleváramos tan mal, obviamente la muerte de mi madre fue lo que nos separo definitivamente, pero todo venía mal de mucho antes. Me saludó y me dijo que me tenía un regalo de cumpleaños increíble. Que lo recordaría por siempre y un montón de patrañas más.
Por más que hice memoria, ya en mi casa, no pude recordar ese regalo. De hecho recordaba muy poco de mi vida juvenil, muy pocas cosas y sólo relacionadas con mi madre. Estaba bastante intrigado, pero sólo tuve que esperar algunas horas. Mi padre me pasó a buscar a las nueve de la noche como había prometido. Parecía bastante misterioso y ansioso, algo así como un niño el día antes de navidad. Íbamos recorriendo la ciudad, alejándonos cada vez más de nuestra vida de clase media. Los edificios iban perdiendo prestancia, perdiendo modernidad. Comencé a ver todo tipo de construcciones coloniales, muy antiguas, pero sin quitar esto que fuesen muy bellas. Pasábamos por calles que no sabía siquiera si existían. ¿Serían parte de mis sueños? Estábamos recorriendo unos barrios bastante”peculiares”, para decirlo de una manera suave. ¿Por qué mi padre me llevaba a un barrio así? ¿Mi regalo? ¿Por qué ahí? Todas estas interrogantes prontas a ser contestadas.