Iba viajando para el matrimonio de un amigo de la niñez. Decidí irme en tren, debido a que no tenía dinero para un Avión y el bus es muy incómodo. Como siempre, en término medio. Iba leyendo "La arquitectura de la felicidad", no porque me hiciera falta un manual de auto ayuda, pero tampoco me sobraba (si se puede decir de alguna manera).
No sé si soy sólo yo, pero tengo una manía de mirar a la gente que viaja junto a mi, no me interesa hablarles, no de tímido, pero me interesa verlos.
Sé que soy un fiel creyente del destino, pero eventos del último tiempo me han hecho de dejar de creer tan fielmente, pero si esto era una coincidencia, tenía la peor de las suertes, ella, mi ex, en el mismo tren. No sé si es mala suerte en verdad, pero simplemente era un momento incómodo. Ahora, no teníamos porque encontrarnos y menos hablar, las cosas no habían terminado del todo bien.
"Hola" "¿Cómo estás?" Escucho una voz que me dice al lado de mi hombro, conocida. Ella, claramente. "Hola", le respondo con sagaz inteligencia. Nos pusimos a hablar de lo que habíamos hecho estos meses, de que había hecho yo, de porque no le había respondido sus mensajes, le dije que había estado demasiado ocupado (una clara mentira). Ella también iba al matrimonio.
Está demás decir lo que pasó, lo pasamos increíble, no sé porque terminamos, al igual que en el momento de terminar, no sabía el porque. Si lo pasábamos bien. Ella se despidió primero, me invito a su casa, en la semana, a una fiesta.
Esto es lo que pasó en mi mente.
Le compré unas flores en el Santa Isabel como solía hacerlo, no de tacaño, sino que me quedaba a la pasada y siempre las aprecio. Nunca lo había hecho, pero en las películas suelen llegar con flores si los invitan a las casas. Toque el timbre, me saludo de beso en la mejilla, demasiado cercano a mi comisura labial. Entré y me presentó al mundo como su amigo. Conversé con el grupo, todo bien, inusualmente me sentí a gusto, no conocía a ese grupo de amigos. Luego fui a la terraza a buscar un trago, ella me ofreció hacerme uno, recordando que me gustaba la ron cola. Conversamos, conversamos y conversamos, como olvidando que esta fiesta era más que un dialogo, más que un "reencuentro". Surgió el tema del porque haber terminado y de como nunca tratamos de darnos otra oportunidad. "Nunca tuvimos una última noche", soltó a carcajadas. Luego de eso me dio la mano. Yo le di un beso. Y fuimos a su pieza. Salimos y no quedaba nadie en casa.
Lo que realmente sucedió.
Le compré unas flores en el Santa Isabel, pero por ser tan tarde no quedaban muchas y le compré unas de 1500 pesos, porque mi presupuesto era reducido, tenía que devolverme en micro. Toqué el timbre y me saludo de beso en la mejilla, despreocupada, más bien, ocupada en sus visitas. Le dije que le traía flores, me dijo que las dejara en la cocina, junto a la docena de rosas rojas que estaban ya puestas en su único florero. Me presentó a su grupo como un conocido de la vida y me puse a conversar. No fueron muy entretenidos, ni menos tenían intenciones de integrarme al grupo. Así que preferí salir a la terraza, a tomar un poco. No encontré a nadie conocido, así que me preparé un trago mientras ella tenía un tiempo para conversar,, para reencontrarnos, para hablar, hablar y hablar. Ella conversaba con mucha gente, que le hablaban, que la abrazaban, sin motivo alguno. Ella les mostraba la mano izquierda, precisamente su dedo anular, donde resaltaba un muy brillante anillo. Ella, la que nunca se quiso casar, la que no creía en las relaciones, se casaba.
Me fui, llegue a mi casa, y varios litros de ron después. Decidí retomar mi vida.
Volví a viajar en tren. Volví a leer La arquitectura de la felicidad. Volví a encontrarme con ella ¿Pueden creerlo? Volvió a ser ella la que se acercó primero.
"Hola" (no vale la pena decir que respondí). "Te fuiste tan rápido la última vez que no me alcancé a despedir"
"Deberías haberme dicho, deberías haberme advertido", le dije.
"Lo sé" "Lo siento" "Pero te vez muy bien ahora"
"Simplemente quería decirte que tenías razón al no creer en el destino. No existe, al final, todo es una coincidencia, y tener más o menos suerte"
"No, no seas así, te equivocas me dijo" "Tenías la razón" "De no ser así, no hubiese conocido a mi marido. Si eso no fue el destino, no sé que sería"
"Me tengo que ir, que estés bien" y nunca más la volví a ver.
Me quedé un rato pensando...luego de un rato, se acercó una linda chica que me dijo "¿Esa es la Arquitectura de la felicidad? Es mi libro favorito" Y comencé a creer nuevamente en el destino.