5.1.09

Un tanto joven como para morir.

Siempre quise escribir sobre mi muerte. ¿Y que mejor que hacerlo cuándo está ocurriendo? Estoy teniendo un infarto, al menos eso creo. Es un clásico dolor al pecho, al brazo, al cuello, a la mandíbula. Y estoy transpirado como caballo de bandido o como yo antes de pedir pololeo. Estoy pálido, no me puedo parar de la silla y no tengo fuerza para bajar la música del computador que está a todo volumen. Mis padres no me escuchan, bueno, al menos no moriré sólo. Aunque leer esto, después de que esté muerto, quizás sea un poco tétrico. Tengo ganas de vomitar, bueno, pasó. El dolor no disminuye, tengo una sensación inminente de muerte. Mi pulso, ya no es regular, como solía ser. Tal vez en vez de describir como estoy muriendo, debería tratar de hablarle a alguien por mensajería instantánea. Pero todos están ausentes o no disponibles, para que molestarlos con su tarea, ya sea ver pornografía o torturar al baboso de turno, ya se sea hombre o mujer, respectivamente (aunque el orden podría cambiar según quien lea). Poco a poco, me siento más mareado. Apenas puedo teclear y definitivamente ya no puedo respirar. Este es mi último minuto con 30 segundos con vida. Podría hacer un testamento, pero no tengo nada que sea mío. Ni siquiera alcancé a plantar un árbol. ¿Valdrá haber orinado a la orillas de uno? Ni siquiera he amado, sólo he complacido. Bueno, pero al menos tengo la vida eterna. ¿Qué es eso? Un túnel, no. Simplemente era la entrada al infierno. ¡Oh! "Britney, hola".